jueves, 22 de octubre de 2015

Las huellas de la guerra en la niñez
Una Mirada diferenciada a un país multicultural
Del total de la población indígena, según el censo DANE 2005, 638.937 un 45,88% eran personas entre 0 y los 18 años.[1] Los niños y niñas indígenas colombianos pertenecen a 102 pueblos que hablan más de 65 lenguas diferentes. A pesar de las condiciones de abandono, negligencia, invisibilidad, barreras de acceso a servicios básicos, son múltiples los aprendizajes que ellos y ellas nos aportan. Ciclos de vida diferenciados en detalle, autonomías armoniosas con la naturaleza, aprendizajes bilingües a temprana edad, habilidades de sobrevivencia en condiciones difíciles como las del desierto o la selva tropical, para mencionar solo algunas. Aún así, el país entero, sea en los ámbitos familiares, sociales o institucionales no protege con suficiente eficacia y pertinencia a NNA indígenas. Las cifras, cuando existen, muestran una baja estadística de registro civil de nacimiento debido a situaciones de conflicto, desplazamiento interno o por encontrarse en regiones apartadas y marginadas; en departamentos con mayoría de población indígena, como La Guajira y el Guainía las cifras ascienden al 8.0% y el 7.3% respectivamente. La cobertura educativa en territorios indígenas aún es restrictiva, no pertinente y de bajísima calidad. La tasa de mortalidad infantil durante 2009 y 2010 en poblaciones indígenas, se sitúa en alrededor de 45 niños y niñas menores de 5 años por cada 1.000 nacidos vivos según Minsalud. En niños y niñas indígenas el porcentaje de desnutrición global (7.5%), es más del doble que el de la población no indígena del país.
La guerra ha dejado miles de víctimas directas entre la población infantil. En Colombia, de acuerdo con el Programa Presidencial para la Acción Integral contra Minas Antipersonal (PAICMA), entre los años 1990 y 2013 se han presentado en el país 10.610 personas víctimas de ‘Minas Antipersona’. De ellas, el 10% han sido niños, niñas y adolescentes. La información del PAICMA evidencia además que entre enero y diciembre de 2013, 45 niños, niñas y adolescentes resultaron heridos como consecuencia de estos artefactos (11 mujeres y 34 hombres), mientras que otros 10 fallecieron (3 mujeres y 7 hombres).
La Unidad para la Atención Integral y Reparación a las Víctimas[3] reporta que cada día de  2013, cerca de 200 personas menores de edad se desplazaron forzosamente de sus tierras. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, hasta diciembre de 2013, y desde 1990, ha atendido a 5.417 niños, niñas y adolescentes desvinculados de las guerrillas. Entidades internacionales y estudios nacionales, calculan que dentro de las filas de los grupos armados al margen de la ley, aún podría haber entre  5.000 y 18 mil personas menores de edad reclutadas.
Pero no son estos los únicos hechos victimizantes: huérfanos, secuestrados, amenazados, despojados, los niños y las niñas, reclaman una paz justa e integral. Las cifras que reporta la Unidad para la Atención y Reparación a las Víctimas, nos pone ante un panorama frente al cual debemos prepararnos para responder como sociedad, familia y Estado. Ver anexo.
Durante el 2013 se registraron al menos 136 eventos relacionados con el uso y el reclutamiento de NNA en 261 de los 32 departamentos del país; 35 campañas cívico militares, actualmente denominadas acciones de apoyo al desarrollo, promovidas por la fuerza pública; 530 casos de violencia sexual contra niños y niñas cometidos por algún actor armado en ocho departamentos del país, de los cuales un 64% de las víctimas resultaron ser niñas menores de 14 años de edad; además de 351 NNA muertos, 54 niños desaparecidos y dos niños torturados, 2 ataques  y/o ocupación a instituciones educativas,  3 a instituciones de salud y 210 a otros  bienes civiles en 25 departamentos.[4] NNA se ven también afectados en zonas de conflicto por bloqueos a suministros básicos, desplazamientos masivos. Ante este panorama solo dos sentencias han sido proferidas por el delito de uso y reclutamiento de NNA en el marco de la Ley de Justicia y Paz y 15 en el marco de la justicia ordinaria. Hasta la fecha el tema de NNA no ha sido incluido en la agenda de negociación que se adelanta en La Habana. Comenta, Vilma Amparo Gómez, Vice presidenta de Defensa de Niñas y Niños Internacional –DNI-Colombia.
Sin importar la cifra, un solo niño reclutado, debería prender las alarmas de cualquier Estado. El reclutamiento o la utilización de la niñez y de la adolescencia en cualquier grupo armado es un delito que vulnera desde los tratados internacionales ratificados por Colombia hasta las disposiciones del Derecho Internacional Humanitario.
“La situación de las niñas en Colombia y la promoción de sus derechos es un tema fundamental para el país, la discriminación en contra de las niñas y de las mujeres es una de las principales causas subyacentes de la pobreza. Las niñas y los niños tienen las mismas prerrogativas a favor de los derechos humanos, pero enfrentan diferentes desafíos para acceder a ellos. Las niñas tienen menos probabilidades de ser matriculadas en la escuela, menor acceso a atención médica y tienen más probabilidades de ser privadas de alimentos. Ellas experimentan más violencia y acoso sexual en el contexto del conflicto armado. Promocionar y garantizar sus derechos e invertir en ellas tiene un inmenso efecto beneficioso para construir la paz y mejorar las condiciones de inequidad y exclusión en la que se encuentran, dijo Gabriela Bucher Balcázar, Presidente Fundación Plan.
Pero la deuda de Colombia con la niñez, va mucho más lejos. De hecho, 1.244 de los homicidios registrados, fueron cometidos en su contra. El hogar, que debería ser por excelencia el entorno más protector de la infancia, llevó por violencia intrafamiliar a 12.173 niños y niñas a ser examinadas por Medicinal Legal; el abuso sexual con 18.431 víctimas registradas por el Instituto y la violencia interpersonal con 23.619 casos, no son solo cifras que demuestran una urgente intervención en la garantía plena de los derechos de la niñez, sino que nos muestran que el camino hacia la paz, debe transitar por cada uno de los escenarios de la vida de las y los colombianos, que anhelamos la paz, y debemos invertir en ella.
Sobre el tema, Ángela Rosales, Directora de Aldeas Infantiles SOS, observa que la violencia en las diversas esferas de la sociedad colombiana nos obliga a pensar en nuestra relación con los niños, niñas y los adolescentes. “El problema principal es que los adultos no estamos reconociendo a los niños y niñas como personas, de igual nivel e importancia que el resto de los miembros de la sociedad. Tampoco se entiende que el bienestar de ellos prevalece sobre el de los adultos. De otra parte, agrega que “Las familias necesitan apoyo integral, acompañamiento y educación para el cuidado de los hijos e hijas. Los niños y niñas necesitan del amor de sus padres, sentirlos cerca, poder confiar en ellos. Son los padres las primeras personas a quien un niño o niña busca para encontrar refugio, protección, y aceptación, y si no encuentran en ellos esa respuesta, pueden tener dificultades en su sano desarrollo. Es responsabilidad de los adultos fortalecer la esencia de lo que es la familia”
Fundación Plan. Infancia y Adolescencia en Colombia, Transitando hacia la Paz en Contextos de Inequidad y Conflicto.Recuperado de:http://plan.org.co/quienes-somos/prensa-y-publicaciones/centro-de-medios/noticias/infancia-y-adolescencia-en-colombia-transitando-hacia-la-paz-en-contextos-de-inequidad-y-conflicto/

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